(Por Rafael Villarroel) Los sucesos en los últimos meses, prestan un escenario de reflexión sobre temas que van mas allá de la coyuntura para buscar un panorama sobre los días que nos toca vivir y la responsabilidad de quienes deben encarar ese mañana y, si estos actores deben desconocer el pasado para la construcción de un escenario completamente nuevo o por el contrario tienen que incorporar en su agenda lo que se ha construido para avanzar en la misma línea pero con rectificaciones necesarias.
En un primer término, debemos reconocer que Bolivia es una sola, pero que tiene distintas facetas y en estas facetas existe un rostro indígena que ha sostenido una lucha que no corresponde precisamente a los últimos 20 años de historia, sino que este fenómeno acompañó la historia de nuestro país desde su formación pasando por toda su historia hasta la consolidación del Estado moderno. Por tanto este rostro no puede ser proscrito o desconocido y debemos reconocer que en el presente este rostro tiene un papel protagónico que está dispuesto a la construcción de la nueva visión de sociedad que se necesite.
Por otro lado, es necesario reconocer el avance que se ha tenido en el plano económico; el país ha conseguido logros que no son patrimonio exclusivo de las circunstancias económicas vividas en ese tiempo, sino que son productos de decisiones que se han inclinado hacia la sociedad y la apuesta por lo nuestro con el diseño de un modelo económico pensado desde el interior de nuestra realidad.
De lo anterior se puede colegir que uno de los pilares sobre los que se sostiene la estructura del conflicto vivido en su última etapa, fue la sensación de distintos estratos de la sociedad boliviana de que serian anulados como emergencia de la nueva coyuntura. En consecuencia, resulta necesario tener en cuenta que no se puede pensar en la conformación de una nueva coyuntura desconociendo los logros que ha tenido la anterior en materia económica y social sin que provoquemos una situación de amenaza en los estratos afectados por esas supresiones.
Del mismo modo, no se puede desconocer que desde la propia constitución como instrumento de unión entre los bolivianos, tenemos como mandato la distribución y redistribución del ingreso, que ha mostrado notables resultados que han sido puestos en relieve por organismos que se encuentran libres de sospecha como la CEPAL o el Banco Mundial. Donde es evidente que la decisión de favorecer a los menos amparados ha logrado que se reduzca la brecha de desigualdad.
Finalmente, se debe concluir que a la luz de los acontecimientos acaecidos, seria inocente pensar seguir la línea trazada en el pasado, con una solución de continuidad; pero mas inocente aún, es pensar que se pueda erigir una nueva situación a costa de la demolición de la anterior, sin tener presente que ello importa un retroceso en el plazo económico y social, con consecuencias terribles para la sociedad boliviana en su conjunto.