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Juliana Marino: “Una Lluvia de Escarpines y Fotos de Fetos destrozados nos eran arrojadas al entrar o al salir de la Cámara al Grito de ‘Asesinas’” - Quinto Poder Conurbano

Juliana Marino: “Una Lluvia de Escarpines y Fotos de Fetos destrozados nos eran arrojadas al entrar o al salir de la Cámara al Grito de ‘Asesinas’”

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La ex legisladora nacional y la que fuera también embajadora Argentina en Cuba, desde su juventud ha militado por los derechos de la mujer y fue una figura clave en los debates que desembocaron tras largos años de lucha, en la despenalización del aborto lograda en ambas Cámaras el 30 de diciembre de 2020.

La reciente sanción de la ley que despenaliza el aborto en Argentina y asegura una cobertura médica integral del Estado nacional a las mujeres que decidan practicarlo, fue el resultado de una larga lucha y movilizaciones de sectores políticos y sociales, pero sobre todo de colectivos feministas que lograron, años tras año y pelea tras pelea en diversos ámbitos –legislativo, institucional, mediático y en la propia calle–, instalar los debates necesarios hasta conquistar una institucionalidad del derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo.

Hablamos con Juliana Marino, una de las referentes históricas de esta lucha en la República Argentina. Una política e intelectual feminista de primerísima trinchera en la ardua tarea de conquistar nuevos espacios y derechos para las mujeres en su país. Exembajadora de Argentina en Cuba, dirigente del Partido Justicialista de Buenos Aires y legisladora nacional, además de legisladora de la ciudad de Buenos Aires durante una década, Marino ha ejercido el difícil rol de ser mujer, pensadora y crítica no solo del sistema en cuestión, sino también de las propias bases del Movimiento Peronista, muchas veces contaminado del mismo pathos patriarcal que impregna a toda la sociedad que lo contiene. 

Marino fue una protagonista combativa, lúcida y de enorme presencia durante años en los debates que han permitido el 30 de diciembre de 2020 conquistar este derecho largamente negado por una institucionalidad patriarcal, opresiva con la mujer, negadora y dueña de sus circunstancias. La propia praxis vital de esta pensadora del universo femenino en pie de lucha, es una prueba de que los condicionantes a los que la sociedad somete a la mujer, pueden superarse. Madre de tres hijas mujeres, divorciada y militante política, su derrotero público y privado fue un verdadero continuum de luchas en donde el sujeto histórico era la condición femenina y su confrontación con el sistema patriarcal enquistado en todos los aspectos de la vida cotidiana.

Usted, como diputada nacional en Argentina, y además militante feminista de larga data, ha defendido el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos… ¿Por qué cree que ha tardado tanto en su país sancionarse una ley para la legalización del aborto?

Aún hoy es una deuda en  varios  países. Creo que ha tardado décadas en diferentes regiones del mundo por distintas razones y lo podemos atribuir a políticas demográficas, dogmatismo e injerencia de religiones e iglesias en las políticas públicas, subordinación del poder político a sus presiones y fundamentalmente a que el control social sobre los vientres de las mujeres, ha sido y es constitutivo del sistema patriarcal.

En el caso de Argentina es interesante señalar que ya en 1921 su Código Penal se ocupaba de la cuestión y no penalizaba algunas causales, motivo por el cual podemos decir que tardó 100 años (podrían haberse evitado miles de muertes) en legalizarse su práctica y despenalizarse ampliamente.

Es interesante recordar que en el transcurso de los siglos se condenaba la práctica no por atentar contra la vida de un ser humano, sino por encubrir el deshonor, el engaño, el pecado, siempre cobrado a la moral de las mujeres. Asimismo regímenes y etapas eugenésicas, lo aceptaban ante la detección de enfermedades congénitas o en el marco de regular la población. Todo un dato en relación a la falta igualdad entre varones y mujeres y en relación no solo a la ética de la igualdad, también a la de la libertad y a la del respeto a los derechos humanos.

Entonces… ¿podríamos enlazar el avance notorio de los movimientos feministas en las últimas décadas con esta victoria legal sobre el derecho a decidir sobre el cuerpo femenino?

Sin dudas. En Argentina el Feminismo y el Movimiento de Mujeres crecieron significativamente, como usted señala, y se extendieron a amplias franjas etarias, siendo el debate sobre el aborto uno de los núcleos centrales de esta madurez y masividad. Es también una cuestión que abarca la filosofía, la ética, la ley, la política, la religión, la moral. Constituye uno de los temas más eficientes para desplegar el inmenso campo del conocimiento que el feminismo ha abierto en las ciencias sociales, en la materia de los Derechos Humanos de las Mujeres y en la transformación de sus subjetividades y su emancipación.

Un debate complejo que estuvo sepultado durante siglos…

Para entender cómo han operado los marcos políticos, ideológicos y filosóficos en cada época, es útil como ejemplo reseñar lo que muchas sosteníamos como posiciones políticas de la etapa. Al menos las que crecimos  involucradas en las organizaciones combativas de los 70 y que aún no habíamos descubierto el feminismo. 

¿Por ejemplo?

Nuestro antiimperialismo, el repudio a las políticas demográficas implementadas ilegalmente y fomentadas por Estados Unidos y sus agencias en América Latina y la idealización de un pueblo prolífico, nos llevó a condenar el decreto de López Rega que prohibía los anticonceptivos, pero no a plantear la incorporación del tema salud sexual y salud reproductiva en las políticas públicas de salud, menos el aborto. Las peronistas, a pesar de integrar la “generación de la minifalda y la píldora”, nos oponíamos por razones ideológicas a las políticas antinatalistas y más bien apoyábamos medidas de fomento y protección de la maternidad y cuidado de la niñez, aún en el duro marco de las prácticas revolucionarias.

Cuéntenos un poco la historia de esta lucha en Argentina, donde usted ha sido una protagonista ineludible.

Es interesante analizar sin prejuicios el recorrido reflexivo de muchas de nosotras. En la década del 70 éramos muy jóvenes. Porque amábamos la vida, estábamos dispuestas a darla y no nos llevábamos bien con la idea del aborto, decididas como estábamos a tener niños en medio de la revolución. Luego la vida nos alcanza y, como dicen Juli Chaneton  y  Nayla Vacarezza, “aborto acontece”, porque la existencia es más compleja que lo que la juventud vislumbra y la política se atreve a acometer. Más tarde, en la década del 80, por las secuelas de la dictadura pero también por la efervescencia de la transición democrática y la experiencia personal de ser madres, trabajadoras y militantes (triple jornada), fuimos abrazando las políticas de Derechos Humanos y promoción de la equidad y muy especialmente las de derechos humanos de las mujeres. Nos conocimos y reconocimos mujeres militantes de distintos orígenes políticos, sociales y culturales, expresas políticas y exiliadas, muchas con experiencias  feministas en el exterior, las peronistas con el legado de  Eva Perón, las radicales, las socialistas, comunistas y anarquistas con sus respectivos legados y experiencias históricas.

En aquellas etapas de movilización política masiva y democrática y la institucionalización de los temas de las mujeres, esta temática se instalaba claramente como necesidad de una política de Estado y lentamente se consolidaba como ampliación de derechos.

Un gran avance… ¿tal vez de una importancia similar al voto femenino inaugurado en 1951?  

Fue muy importante, sin dudas… El crecimiento y extensión de las concepciones de género, la creación del movimiento de mujeres y la proliferación de ONG’s  y ámbitos de articulación y agitación, colocaron a la temática en un lugar central de las demandas y propuestas legislativas. La consigna de la tercera ola feminista “lo personal es político” iluminó las biografías personales y el feminismo le puso nombre y centralidad a la opresión, la inequidad, la subordinación naturalizada por el sistema patriarcal, el machismo, el sexismo, la misoginia, el techo de cristal, los estereotipos y sobre todo develó con elocuencia la trascendencia de garantizar a todas las mujeres el dominio de sus cuerpos, de sus deseos y de sus  decisiones.

“Es interesante recordar que en el transcurso de los siglos se condenaba la práctica no por atentar contra la vida de un ser humano, sino por encubrir el deshonor, el engaño, el pecado, siempre cobrado a la moral de las mujeres”

¿Las mujeres respondieron a ese llamado liberador? ¿Hubo un interés activo en estos avances que eran, ante todo, una emancipación de la conciencia femenina?

Creo que sí… Las mujeres despolitizadas tal vez no, en tanto víctimas pasivas de un sistema marginador que despolitizaba a la mujer. Pero las más insertas en la lucha militamos activamente esta conciencia y la ley es el resultado de una larga lucha integrada por el movimiento de mujeres, el feminismo y sus aliados (sindicatos, movimientos sociales, partidos políticos, parte del movimiento LGTBIQ). Feministas de las décadas del 70 y del 80 iniciaron el primer grupo organizado con esa exclusiva finalidad en la Comisión por el Derecho al Aborto, propuesta en las VII Jornadas de ATEM en noviembre de 1987 y que se presentó políticamente por primera vez el 8 de marzo de 1988 en el acto del Día Internacional de la Mujer organizado por la Multisectorial de la Mujer. En 2002 se organizó una nueva articulación, la Asamblea por el Derecho al Aborto y en 2005 se conformó la actual Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito y como importante reivindicación fue incorporada por los Encuentros Nacionales de Mujeres desde el primero en 1986, adquiriendo mucha fuerza a partir del 17º Encuentro celebrado en Rosario en 2003.

Pero también ha sido el resultado de una lucha constante del feminismo de las mujeres políticas que, a partir de la Ley de Cupos y de la de Paridad en la participación política, aumentaron la cantidad de diputadas y senadoras, que lograron llevarlo a los cuerpos legislativos cada vez con más contundencia. Al respecto, no puedo dejar de señalar la importancia de la incorporación de cerca de 80 diputadas constituyentes en la Asamblea que reformó la Constitución en 1994. Allí, con una alianza política transversal, impidieron la inclusión de una cláusula menemista que intentaba clausurar constitucionalmente el debate y la incorporación del aborto en el ordenamiento jurídico argentino.

El patriarcado siempre operando desde lo jurídico e institucional… ¿No es así?

Efectivamente… Recuerdo que en aquel momento la presidenta del Consejo Nacional de la Mujer, Virginia Franganillo, renunció como rechazo al alineamiento menemista a la política vaticana de la  cumbre de Población. ONG’s y el Consejo Nacional de la Mujer realizaron encuestas cuyos resultados demostraban el acompañamiento social de más del 60% para algunas causales de aborto. Se sabía que la sociedad estaba dividida, aunque la porción a favor no solo era más numerosa, sino que también iba por delante de lo que la representación política estaba dispuesta a sincerar.

¿Y usted como se posicionó en esas turbulencias dialécticas, si me permite el término?

En mi caso los intensos debates filosóficos y políticos que propició el feminismo y la militancia interpartidaria y multisectorial compartida, me llevaron a desmontar creencias y prejuicios propios de la educación religiosa y de la pertenencia a un partido “pronatalista”.  De allí que como autoridad del Sector de la Mujer del PJ e integrante del Movimiento de Mujeres, pude ir incorporando al quehacer político, la sexualidad como un tema central en la vida de las personas… Y de las mujeres muy especialmente.

Por autoconciencia, nunca más la mayoría de nosotras abandonó temas que fuimos elaborando y convertimos en materia de responsabilidad del Estado y de la legislación.

¿Podría enumerar algunas de esas leyes o metas ganadas e incorporadas a la institucionalidad del Estado?

Por supuesto… Uno de ellos fue el Programa de Procreación Responsable; Salud Sexual y Reproductiva; Educación Sexual Integral; Métodos anticonceptivos; Píldora del día después; Ligadura tubaria y vasectomía; Despenalización y legalización del Aborto; Diversidad sexual; Unión Civil; Matrimonio Igualitario; Identidad Sexual, entre otras.

En las décadas del 80 y del 90 una de las demandas era por la incorporación de programas de salud sexual y reproductiva en los efectores públicos y la obligación de las obras sociales y privados a contemplar estas problemáticas; la provisión gratuita de anticonceptivos en los hospitales y centros de salud  y la defensa del DIU como método contraceptivo no abortista. Luego hubo otra gran batalla: la píldora del día después. La consigna que expresa más lúcidamente la demanda femenina por la libertad y apropiación de la decisión, ha sido y es “Educación sexual para prevenir, anticonceptivos para no abortar, aborto  legal para no morir”. Y si seguimos estas banderas, las propuestas, las movilizaciones, veremos que cada una de estas exigencias tuvieron reflejos parlamentarios, algunos de los cuales me tuvieron en el ojo de la tormenta.

Según recuerdan muchos de sus coetáneos en la Cámara de Diputados, usted participó con verdadero compromiso feminista durante aquellos debates… ¿podríamos detenernos un poco en esas contiendas legislativas?

Verá… Cada una de las demandas tuvo su combate (incluso los colegios religiosos invadieron la Legislatura porteña) y fue brutal la presión de iglesias, ONG’s y sectores más reaccionarios. La prensa ha recogido muchas de estas persecuciones y también los debates parlamentarios. Llegaron a calificarme como “una verdadera militante de la cultura de la muerte”, cuando se trataba la ley que eliminaba la prohibición de la ligadura tubaria y la vasectomía y la legalizaba en todo el sistema de salud del país. Hasta ese momento tenían acceso en forma privada las mujeres con poder adquisitivo o en los hospitales solo mujeres con cuatro o cinco cesáreas, por ejemplo, o con permiso de la justicia. Muchxs dirigentes políticxs agitaron el terror y la falsedad, incluida la por entonces diputada Elisa Carrió, vaticinando el horror de “la ligadura tubaria masiva de las jovencitas en Argentina”.

Sin embargo, durante el 2005 logramos discutir la ampliación de causales sobre aborto en las comisiones de Salud, de Mujer y Legislación General y además de la violencia física que ejercían los colegios católicos movilizados, una lluvia de escarpines y fotos de fetos destrozados nos eran arrojadas al entrar o al salir de la Cámara al grito de “asesinas”.

Juliana Marino.

Imagino que no fue nada fácil para usted desde una perspectiva social y psicológica.

Le aseguro que no, pero había convicciones muy profundas y mucha conciencia del momento histórico que reclamaba esa lucha… Por ello uno de los debates sustantivos fue el que tuvo lugar durante la sanción de la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) y autorización de la  Ligadura Tubaria y la  Vasectomía.

Sobre las presiones que recibimos, a la Iglesia católica se sumaron algunas pentecostales y ONG’s Pro Vida, y donde no faltaron declaraciones agresivas  e altas autoridades eclesiásticas. Incluso hubo llamadas de los obispos de cada provincia a sus representantes legislativos, amenazas de excomunión (sanción del catolicismo) a diputadxs en sus localidades, además de presentaciones a la Justicia con impugnaciones y amparos presionando sin pudor a la representación política argentina, logrando durante muchos años la postergación de una legislación no solo necesaria, sino sobre todo constitucionalmente laica. A cada avance, los mismos sectores iban por la siguiente batalla en contra y su consiguiente persecución. Hoy repiten el esquema y luego de las presiones que hemos visto, ahora van por la inconstitucionalidad de la ley.

Los sectores que dicen defender la vida, los derechos del nonato y el concepto de la vida humana durante la gestación, llamativamente desconocen u omiten ese mismo derecho a las madres marginadas socialmente, o niegan los peligros que enfrentan las embrazadas que esperan un hijo indeseado… ¿Qué análisis hace de la axiología, de las premisas éticas que esgrimen estos grupos antiabortistas?

La legalización del aborto constituye el núcleo más irreductible del patriarcado, el que amenaza toda la pirámide de su poder, fisura lo religioso, hace temblar el constituyente maternalista y nos convierte en “desconfiables” por  “sexuadas” e  infieles al mandato que ordena el mundo: “parirás con dolor”  y  “ser mujer es ser madre”. También cuestiona al orden social, al capitalismo que naturaliza la índole del patriarcado.

¿La legalización del aborto, sería, por tanto, la piedra angular –al menos una de ellas– de una praxis feminista descolonial y emancipada?

Efectivamente, y esto es lo que combaten sin pudor los grupos antiabortistas más violentos (violencia que no es casual, por supuesto). Sus premisas vinculadas a la defensa de la vida son falsas, no solo porque imponen a la mujer la maternidad como castigo o destino, sino que también se permiten proponer la adopción casi obligatoria, enajenando el vínculo madre hijx y sirviendo como tantas otras veces en la historia de la humanidad, a las necesidades de progenie de otras clases sociales.

Todo el debate referido a la salud reproductiva, métodos, autorizaciones y políticas públicas se ve siempre contaminado por las ruidosas aclamaciones a favor de la vida mientras se ignoran o defienden otras muertes por razones de clase e ideológicas. En cada oportunidad nos cansamos de explicar que ya en la década del 80 la Maternidad Sardá de CABA cada vez que atendía un aborto inconcluso, incorporaba a esa mujer a un programa de la institución que las guiaba para incorporar prácticas de anticoncepción eficientes. Estadísticamente la mayoría de las mujeres lograba no tener que apelar al aborto una segunda vez. Ni siquiera les importa saber que cuando hay ley, los abortos disminuyen. El ensordecedor y mentiroso grito a favor de la vida sirve para neutralizar e impedir ese progreso, que es el que instrumenta la verdadera defensa de la vida.

Sin dudas Argentina ha sido, históricamente, un país de avanzada en diversos asuntos relacionados con el derecho: el voto femenino, legislaciones laborales ejemplares en términos comparativos con el resto de mundo, y un largo etcétera. ¿Qué querría añadir sobre esta nueva ley que acaba de sancionarse? ¿Cree que barca con suficiencia todos los aspectos de esta problemática?

La ley sancionada permite abortar hasta la semana 14 del proceso gestacional y, luego de ese plazo, en los casos de violación o peligro para la vida o la salud integral de mujer u otra persona gestante. El límite de 14 semanas ha sido un avance en relación al tratamiento de 2018 y aunque algunxs legisladores le pusieron límite al concepto de salud “integral”, esta concepción está muy extendida  y arraigada en los equipos de salud.

Por otra parte, el plazo máximo de 10 días que tiene el sistema de salud para garantizar la práctica, penalizado su incumplimiento o su obstaculización, es otro avance en relación a los casos conocidos y judicializados donde se obligara a parir a niñitas de 10 años por impedimentos y demoras del personal médico.

Otro aspecto importante de la ley y sus efectos inmediatos es que las mujeres procesadas o condenadas con anterioridad a ella, por abortos practicados durante las primeras 14 semanas o en el marco de las demás condiciones permitidas, serán desprocesadas o se anulará su condena por aplicación del principio de la ley penal más benigna. La inclusión de las niñas y jovencitas constituye un capítulo de la mayor trascendencia.

“La legalización del aborto constituye el núcleo más irreductible del patriarcado, el que amenaza toda la pirámide de su poder, fisura lo religioso, hace temblar el constituyente maternalista y nos convierte en ‘desconfiables’ por ‘sexuadas’ e infieles al mandato que ordena el mundo”

La ley contempla a los objetores de conciencia entre el personal médico que no quiera practicar abortos…

Así es… Algunos aspectos, entre ellos el que usted señala, han sido criticados y cuestionados, como la incorporación de la “objeción de conciencia”. Al respecto considero, por experiencia legislativa, que sin ese principio nunca hubiera obtenido los votos exigidos para ser ley. Por otra parte, comprendo que es difícil obligar a alguien a acometer esta práctica tan atravesada por consideraciones de índole religiosa. Lo importante es que el Estado debe garantizar la derivación y la práctica y la ley establece condiciones y sanciones y obliga siempre en casos de peligro para la salud o la vida.

¿Cree que la implementación de la ley sancionada será efectiva, o prevé obstáculos en el sistema médico e institucional a la hora de instrumentar este derecho legal?

Seguramente habrá resistencias en el sistema de salud. Las ha habido en el caso de otras leyes. Ya las hubo en el sistema educativo con respecto a la ley de ESI, pero lentamente si hay acompañamiento de las autoridades pertinentes, estas resistencias se irán destrabando. En este caso está muy claro el compromiso de las autoridades, que incluyeron no solo a lxs ministrxs, sino también al propio presidente y a las autoridades legislativas. Tal vez haya que poner la mirada y un imperativo mayor en algunas provincias manifiestamente  contrarias.

Los aspectos procesales y reglamentarios de una ley son muchas veces tan importantes como la propia ley.

Por supuesto. Es importante que la reglamentación de la ley establezca claramente los procedimientos a cumplirse para garantizar el derecho de la ley. Asimismo, es oportuno mencionar que se han creado amplias coaliciones de personal de los equipos de salud, instituciones y redes de mujeres socorristas. La presencia de los ministerios de mujeres y diversidad y de los consejos provinciales será de gran apoyo para el cumplimiento y la articulación con los ministerios de Salud y de Justicia. Ha sido una ley cuidadosamente redactada, virtud que garantiza suficiente claridad para su aplicación.

Todavía hoy a cerca de 15 años de la aprobación de la Ley de Ligadura Tubaria, su cumplimiento no lo es al ciento por ciento. Sin embargo, toda ley va avanzando y transformando la cultura y las relaciones de poder. En el caso de las mujeres, nos hemos ido apropiando de las conquistas y esta norma sin dudas ha sido lograda en base a una línea histórica de lobby y cooperación política y a una enorme movilización popular e intergeneracional registrada y reproducida ampliamente por los medios de comunicación. Nunca antes había conseguido instalarse tan potentemente el tema en la agenda comunicacional.

Supongo que uno de los primeros campos de batalla está en el lenguaje. Es una batalla semiótica, por la hegemonía del discurso y la introducción de nuevos conceptos que definan las nuevas realidades. Para que emerjan las realidades sumergidas e históricamente marginadas del universo femenino.

Desde ya… Muchas veces se dan situaciones sutiles en el redactado de la letra jurídica que hay que redireccionar, corregir o aclarar. En este sentido, me gustaría señalar una referencia incómoda en la reciente Ley que se acaba de sancionar. Sin dudas ha habido grandes avances en la legitimación de las diversidades que  la ley abarque a mujeres y “personas con capacidad de gestar” (varones trans) y que de este modo todes les  beneficiaries hayan sido nombrades. Lamentablemente en algunos artículos e incisos, la palabra “mujeres” fue subsumida en la de “personas gestantes” y muchas feministas creemos que esto atenta contra el sujeto político “mujeres” que aún tiene muchas luchas por librar.

Nadie mejor que la  feminista histórica Magui Bellotti para expresar mi propio pensamiento y sentimientos en relación a este tema. Dice Magui: “Referirse a mujeres y personas con otras identidades de género con capacidad de gestar, supone considerar que las mujeres constituyen una identidad de género, junto a otras con la característica común de la capacidad de gestar. Ello implica, además, conceptualizar el género como una identidad basada en la autopercepción individual”.

“Resulta por lo menos forzado –sigue Bellotti– considerar en estos términos a más de la mitad de la humanidad, el mayor grupo oprimido, que incluso algunas teorías consideran una clase social. Las mujeres no somos oprimidas ni gestamos, parimos o abortamos, en virtud de autopercibirnos como tales, sino que nacemos con un sexo cuyas capacidades reproductivas son apropiadas por el grupo social de los varones. A esto se lo llama patriarcado. Este acto de apropiación es un acto social, que impone una jerarquía, otorga significados a los cuerpos y distribuye funciones sociales en razón del sexo. Eso es el género: jerarquía, no identidad. Y las jerarquías no se resuelven con solo cambios nominales”.

Para terminar… A usted que ha sido una histórica luchadora de los derechos de la mujer y en particular del derecho a abortar, le pido una reflexión libre sobre este nuevo logro alcanzado por el reclamo femenino, sin dudas un gran triunfo de género. Un gran avance humanista, en realidad.

Con respecto al significado profundo y al impacto en la vida de las mujeres el debate no tiene por qué clausurarse con la sanción y promulgación de la norma. Tal vez la pasión y la lucha activa por la ley y la incorporación de jóvenes generaciones que hallaron en esta contienda una épica, opaquen reflexiones que a mi juicio no debemos omitir.

¿Podría explicarlas?

Se ha planteado esta batalla como una lucha por la igualdad. ¿Entre quiénes? Aunque debía referirse a los varones, más bien estos quedaron absolutamente invisibilizados en relación a su responsabilidad en el asunto. Nosotras en soledad, con nuestro útero y nuestro embarazo no deseado. No siempre ese embarazo es el resultado de un accidente o ineficiente uso de los anticonceptivos. Muchas veces es el resultado de una negociación en debilidad de las mujeres con sus parejas, permanentes o eventuales. Por ese motivo creo que las consignas que ponen el acento sobre el cuerpo y “hago lo que quiero”, omiten que la autonomía de la voluntad implica una decisión de envergadura que es además una decisión moral y del plan de vida. Cuando digo decisión moral no lo hago con referencia a las religiones o sus mandamientos sino a la propia conciencia y a  los asuntos en los que creemos y principios que sustentamos.

El debate debe ser aprovechado para profundizar sobre nuestros deseos y nuestras concepciones sobre todo lo que se pone en juego en el acto de abortar. La ley nos asegura salir de la clandestinidad, nos confirma que la despenalización y la legalización contribuirán a que frente a los embarazos no deseados,  dejemos de ser mujeres desesperadas “atrapadas” entre dos decisiones (donde más que elegir, optamos), no queremos ser madres y no querríamos abortar. La legitimidad legal, el respeto de los efectores de salud colaborará sin dudas a no traumatizar la decisión. Sin dudas pasará a ser una decisión moral personalísima que  tomamos a conciencia, pero con nosotras mismas.

Esta ley protege fundamentalmente a las mujeres de sectores populares que mueren por prácticas clandestinas. Porque efectivamente el aborto existía clandestinamente pero mataba o mutilaba a las pobres. Pero lo importante de esta ley es que implica un avance sobre la soberanía de los cuerpos de todas las mujeres y  nos otorga más autonomía, poder y libertad para decidir y vivir la sexualidad. Irrevocablemente esta nueva ley ha sido la derrota del secreto, del estigma, del pecado, de la soledad y la angustia. No es la derrota ni la culminación del patriarcado, pero constituye un golpe certero a su dinámica de opresión y de control. Además remite más que ninguna otra medida o conquista a la definición que más nos interesa. Que ser mujer y ser madre son dos cosas distintas y que es bueno para la mujer y su hijx que  la maternidad sea un destino  elegido libremente.

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Alejo Brignole Analista internacional y escritor

PUBLICADO ORIGINALMENTE: Revista Correo del Alba

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