(Por Moira Ivana Millán, Weychafe Mapuche) Hace poco tiempo conocí a una bella y gran mujer, se llama María Eugenia Zar, vive en la pequeña localidad de Las Grutas, Rio Negro, es una mujer amorosa, consiente y comprometida. Cuando su nieto Joaquín cumplió los 5 años le diagnosticaron síndrome de Tourette, su ardiente deseo de ayudar en mejorar la calidad de vida de Joaquín, la llevó a pesquisar e informarse, descubriendo que el aceite de cannabis mejoraba notablemente los síntomas. Es allí cuando toda su vida dio un giro y emprendió una fuerte lucha por la despenalización de la Marihuana.
El Derecho a la Salud por Sobre los Negocios Farmacológicos.
Me conmueve escucharla, me identifica su fuerza y sus ganas de liberar mentes y corazones para cambiar esta estúpida e irracional realidad en la que los estados, mentores de la muerte, deciden los modelos medicinales, los modos y formas de sanar. Los estados privilegian los grandes negocios farmacológicos, mientras que todo aquello autogestivo es cercenado, criminalizado y reprimido. Una planta se convierte en criminal, y quien la cultiva y sana con ella, en una delincuente.
Tras batallar en diferentes estamentos judiciales consigue un fallo favorable, que le otorga el derecho a cultivar y a elaborar el tan preciado aceite para uso medicinal, sin embargo recientemente un revés judicial, vuelve a poner en peligro la salud de Joaquín, y a clandestinizar su tratamiento. Ella no se dará por vencida, golpeará las puertas judiciales, aunque estas parezcan convertirse en grandes murallas infranqueables, seguirá denunciando y exigiendo el derecho a LA SALUD.
Una Lucha entre la Vida y la Muerte.
Miro esos ojos que destellan el resplandor de la dignidad y la certeza, y aprieto con amor su mano, porque entiendo su piwke, corazón. Sé lo que es la prohibición de la medicina sagrada, mi pueblo mapuche la padece, al igual que tantos otros pueblos indígenas. La clandestinidad a la que nos empujan es riesgosa e inhumana, transportar nuestras plantas sagradas ancestrales, Lawen, nos expone a tratos humillantes por parte de gendarmes y carabineros, a veces secuestran nuestra medicina, y el esfuerzo hecho de las machis y el nuestro como pacientes, es pisoteado y despreciado, el lawen, marca para muchos de los pacientes, la diferencia entre la vida y la muerte. Mientras que los laboratorios que elaboran los agroquímicos letales, extienden sus tentáculos monstruosos y asesinos sobre la piel de la mapu, matando todo, convirtiendo el aire irrespirable.
Sí María Eugenia, no sos la única que padece la necedad de este estado, y por lo tanto quiero decirte que no estás sola, que somos miles de personas que entendemos que es tiempo ya, ahora, sin más dilatación, de despenalizar el cannabis, y habilitar también todas las medicinas alternativas, fundamentalmente las de las naciones indígenas.
Hoy Joaquín tiene ocho años le habla a la planta amorosamente, le expresa su gratitud, él cree que usted, vos, nosotres, no seremos indiferentes, y nos comprometeremos sin miedo a luchar por la despenalización, porque Sanar es un derecho y no un delito.