(Por Moira Millán) Hace unos días me tope con un vídeo que me lleno de rabia e indignación. Se trata de la presentación de un trabajo de la coreógrafa Eszter Salamon (foto) en el festival Kunsten Festival des Arts, el cual se realizo el 5 de Mayo del 2017, en centro de arte Wiels en Bruselas, Bélgica.
Esta obra fue mostrada como el rescate de una danza ancestral Mapuche extinta. En el vídeo de publicidad se ve a un grupo de jóvenes bailarines con sus rostros pintados de diversos colores, usando a modo de Poncho una manta metalizada, aquellas que suelen ser usadas popularmente por los rescatistas que ayudan a los refugiados que llegan a Europa.
Se oía un Tahiel Mapuche que era cantado por estos jóvenes. Reconozco el Kawel Tahiel, el canto sagrado del caballo. Estos jóvenes bailan en circulo. Todo me parece burdo, vacuo, banal, denota ignorancia y desaprensión. Como mujer Mapuche creyente y respetuosa de la espiritualidad de mi pueblo me afecta profundamente que una danza que es parte de las ceremonias en las que pactamos la relación armónica con la tierra sea representada fuera de contexto, sea ridiculizada, y peor aun, presentada como una danza extinta.
Mi intención con este texto no es sólo denunciar la atrocidad cultural que comete esta afamada y conocida coreógrafa. Sino fundamentalmente a través de este ejemplo declarable la guerra a estas prácticas extractivitas, consciente de que el sistema no ha creado herramientas punitivas que penalicen y criminalicen ni la apropiación cultural como tampoco el extractivismo cultural. Es necesario definir la diferencia sustancial entre ambas categorías.
La apropiación cultural es la cosificación de una expresión cultural de un pueblo que la cultura dominante oferta dentro del mercado, tanto puede ser una artesanía como una danza, mientras que el extractivismo cultural es la sustracción de un saber, conocimiento o arte de un pueblo oprimido para destruirlo. Ejemplo de ello es aprender un idioma para vaciar el sentido de sus palabras, o tergiversar el origen conceptual de las palabras, y en algunos casos reemplazarlo por otras.
En los últimos tiempos se ve con frecuencia la legitimación que adquieren empresas de moda, artistas snobs, hasta altos funcionarios de gobierno, con practicas tanto de apropiación cultural como extractivistas. Inmediatamente la voz europea y supremacista legitima esas conductas confiriéndole una mirada exotista, posmoderna y cool.
La Tradición Europea de robar.
Con diferentes nombre y categorías la hipócrita Europa capitalista pretende redimirse. Creyendo a si misma el cuento del mesías que va a liberar a los pueblos esclavizados, cuando ella ha sido la gran esclavista.
El extractivista cultural asume que es el neo-pirata. Sale en su aventurera búsqueda, cree que será el descubridor de tesoros desconocidos, de los cuales no solo se apropiara, sino que los arrancará para llevárselos a su lugar de origen. El neo-piraterismo llega de diversos modos: Lo vemos con Benetton, apropiándose de extensos territorios Mapuches y disfrazando sus campañas mercantilistas con propagandas que revindican la diversidad racial y el integracionismo, bajo el slogan “United Colors of Benetton” mientras financia la represión contra nuestro pueblo, dirige la política local, y define la agenda belicista erigiéndose como un innovador en la moda por su pseudo anti-racismo.
Ezster Salamon es otro ejemplo de ello, le roba a mi pueblo un canto sagrado y una danza. Pero ese robo no lo pudo hacer sola, lo logró gracias a un otro ladrón que la antecedió, poniendo su cámara extractivista en una ceremonia Mapuche, filmando las danzas, filmando los cantos, y colocándolo en YouTube ¿Como fue posible esto? Por el abuso de hospitalidad y confianza que nosotros los pueblos indígenas solemos generar no poniendo limites. La hospitalidad debe tener limites. Universidades, artistas, O.N.G.’s, gobiernos, empresas, se articulan como tentáculos precisos para saquear el espíritu de los pueblos y sus territorios. La inocencia demostrada desde hace 500 años frente al saqueador, debe tener fin.
Ezster Salamon no esta robando tan sólo una danza, un canto sino que contribuye a destruir nuestro ecosistema espiritual. Sin embargo ella se presenta como una redentora que recupera una danza perdida y que ella como una gran heroína entrega a la humanidad trasmutada por su mirada occidental y blanca. El mesianismo blanco eurocéntrico posee la fantasía de que siendo culpable de las mayores atrocidades del mundo se le puede otorgar la redención. Se convencen de que pueden ser los salvadores. No interpelan sus privilegios, no seden la palabra, monopolizan el discurso y establecen las normas estratificadoras y su puesta en valor.
Curiosamente ha denominado a esta serie Monumentos. Mientras que aquí en estas partes del mundo hablamos de desmonumentalizar a los genocidas, que es una forma de quitar del pedestal el modelo civilizatorio. Esta serie pretende emplazar en el inconsciente colectivo un lenguaje museológico que no es otra cosa que un lenguaje de aniquilación. Los monumentos son el claro discurso vencedor de la blanquitud supremacista. Debemos re-emplazarlos por memoriales cuyo discurso será colectivo y desde los pueblos.
Alguien le debería decir a Ezster Salamon que esa danza no sólo no esta perdida sino que nuestro pueblo está más fortalecido que nunca en sus saberes en su espiritualidad. Mientras Ezster Salamon anunciaba el rescate de una danza desaparecida, de un pueblo casi extinto, en la Walljmapu, tanto de Puelmapu como de Gulumapu los territorios eran arremetidos por
disparos de gendarmes represores y carabineros torturadores. Ese pueblo “casi extinto” llamado Nación Mapuche cuenta con poco menos de cuatro millones de personas. Se extienden al sur de Suramérica como guardianes de la vida, enfrentando a empresas extractivistas y contaminantes, mercenarios latifundistas y funcionarios corruptos. En ese mismo instante en que la coreógrafa ponía en su bolsillo la paga significativa en euros,
muchos de nosotros juntábamos monedas para trasladarnos a los juzgados cercanos a denunciar la cacería.
¿Era consiente Ezster Salamon de la realidad de mi pueblo? ¿Quiso homenajear la lucha del Pueblo Mapuche? ¿Creyó que la única manera de visibilizar a una pueblo es robándole una danza?
Finalmente Ezster Salamon dice en su texto que acompaña la presentación del video que “rechazará el ‘chantaje identitario’”. Lo cual me resulta gracioso e irónico. Ya que la primera chanta identitaria es ella.
El extractivismo cultural como la apropiación son crimines que deben ser juzgados por los pueblos victimas de esos actos. Mientras que no tengamos armas legales para que los estados nación condenen con cárceles o multas convoco a los pueblos indígenas a decirle: Basta a Europa! Esto debe terminar!