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La Columna de Jorge Rachid. La Palabra como Instrumento de Coloniaje o de Liberación.

El colonialismo siempre ha introducido en los pueblos conquistados, un lenguaje que se va naturalizando, con el correr del tiempo, incorporando en el espacio simbólico de las conciencias colectivas, nuevas pautas culturales, que son producto de la dominación.

Siempre ha existido la Globalización a lo largo de la historia, así como llegaron los pueblos originarios a ocupar el territorio hoy americano, en un incesante flujo de culturas y memorias. El cristianismo desde el año 1000 se expandió por Europa, en épocas bárbaras y sin internet.

Entonces la globalización no es un hecho nuevo, mucho menos una realidad a la cual someterse y menos aún, que en nombre de ella, se someta a los pueblos al allanamiento de sus propias historias, borrando sus memorias. La identidad emerge con más fuerzas, justamente, para lograr la integración global, sin sujeción, ni colonialismo, porque globalización sin identidad, es sumisión.

La utilización de la palabra globalización, asociada a Modernidad, ha sido utilizada para imponer lenguajes hegemónicos en la disputa de sentido. Desde ese lugar preponderante, el crecimiento de los medios de comunicación, fue y es un vehículo de disciplinamiento social, a través de la palabra incorporada, impuesta por factores de poder hegemónicos, tanto económicos, como culturales.

Las ciencias sociales, acompañan esos procesos, en especial en ámbitos académicos, adaptando sus visiones, a las nuevas realidades emergentes de situaciones de dominación. El coloniaje cultural, a través de la palabra se extiende a los ámbitos de educación sistemática en todos los niveles, arrasando la construcción de memoria de los pueblos, incorporando terminologías y conceptos, ajenos a su propia realidad.

Es largo enumerar las múltiples acepciones de terminologías, que hoy utilizamos frecuentemente, que hasta ayer no figuraban en el menú habitual, coloquial de los pueblos y que ahora se presentan como de uso cotidiano. En ese pasaje se van perdiendo las denominaciones anteriores, que formaban parte del imaginario cultural colectivo de las representaciones sociales.

Desde esa visión, la cultura nacional no es una construcción que deviene de cenáculos intelectuales, que en definitiva terminan interpretando, los acontecimientos sociales, sino que surge del barro de la historia, de la batalla continua de la Comunidad Organizada, de la lucha por la Liberación Nacional.

Esa base de pensamiento, que es una conciencia colectiva, es lo que el colonialismo quiere borrar y el lenguaje, es una de sus armas preferidas.
Autores como Ford, Walsh, Lázzaro entre otros nacionales, han definido a la comunicación como “un acto de Libertad”. Por tanto quienes desde la hegemonía de la comunicación, ocultan la misma, la tergiversan y usan la palabra como herramienta de confusión y caos, están promoviendo ese coloniaje, que invade las subjetividades, tomando como propio, aquello que le es ajeno, impuesto como lenguaje adquirido del colonizador.
Por esa razón, la comunicación popular es un desafío de construcción política y social, es la articulación del territorio, pueblo y utopías esperanzadoras, en la conformación de la Comunidad Organizada.

La cotidianeidad de la expresión popular en la comunicación diaria, radios FM en cada localidad, medios de comunidades, expresiones escondidas en los medios, recuperación de las costumbres y construcciones culturales de los pueblos, deconstruye la arquitectura enemiga de la Patria, aleja las exigencias extorsivas, impone pautas de realidad y recupera la memoria histórica.

No quise ejemplificar con miles de palabras de uso cotidiano, que demuestran la vigencia cultural dominante neoliberal, que van llenando de contenido simbólico, la mirada de ese conjunto de ideas, que es la ideología, ni más ni menos, del cómo observamos al mundo, la vida, las cosas, los comportamientos sociales, el devenir político y los modelos sociales de construcción.

Desde ese lugar específico surge si el modelo es solidario o caníbal, colectivo o individualista, contenedor o manipulador. Entonces emerge con fuerzas la necesidad del Movimiento Nacional y Popular de Liberación Latinoamericanista, inscripto con letras de molde en la Patria-Matria Grande, como nos reclamó Perón hace 46 años en el Modelo Argentino para un Proyecto Nacional y lo llevaron a la práctica del UNASUR: Chávez, Lula y Néstor, al gritar basta en el NO al ALCA, reconstruyendo en el imaginario de los pueblos ese desafío postergado.

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