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Los desmanes de Lenín Moreno en Ecuador: prohibido olvidar

Este domingo 7 se decide buena parte del futuro regional, inmerso en una puja muy clara entre la hegemonía neocolonial que pretende Washington y la resistencia de países que buscan una unidad continental alejada ed la tutela de los países ricos.

Por Yoselina Guevara

El pueblo ecuatoriano arriba a estos comicios enfrentando una ruptura política que inició desde el primer año del mandato de Lenín Moreno, con la evidente discontinuidad y traición a su predecesor Rafael Correa, con quien se había desempeñado como Vicepresidente entre 2007 y 2013. Un gobierno que se creyó, en un primer momento, que sería la pervivencia del gobierno progresista de Correa, caracterizado por amplios logros sociales, se convirtió en la pesadilla neoliberal de Moreno. Y es que este llegó al poder en 2017, montado en el portaaviones de la Revolución ciudadana, pero finaliza su período gubernamental con una plataforma política completamente distinta, caracterizada por el favorecimiento a las grandes élites capitalistas nacionales e internacionales.

El paquetazo de Moreno

La cúspide de la implementación de medidas económicas por el actual presidente de Ecuador quedó evidenciada en 2019 con el plan conocido como “el paquetazo”; este incluía medidas fiscales y reformas laborales abiertamente neoliberales. El Decreto 883  (“el paquetazo”), de efecto inmediato, sancionaba un recorte de los subsidios estatales a los combustibles y, por tanto, un aumento general de los precios de todos los bienes, justificado en nombre de la necesidad de proteger el medio ambiente y los intereses empresariales. Pero estos recortes abarcaban a los salarios de los empleados públicos y la supresión de los impuestos a la importación de tecnología (teléfonos celulares y computadoras) y automóviles en favor de los grandes capitales comerciales.

Las medidas adoptadas por el gobierno de Moreno, el 1 de octubre de 2019, forman parte de un proyecto político que articula la defensa tanto de los intereses de la élite ecuatoriana en su conjunto, en detrimento de los sectores populares. Pero a su vez favorecen los intereses de las élites mundiales a través del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la agenda  del imperialismo estadounidense en la Región.

La relación con el FMI ya la había iniciado Moreno con la firma de un acuerdo con la institución financiera por cuatro mil 200 millones de dólares, abriendo de esta manera la puerta a un mayor endeudamiento de Ecuador. Al mismo tiempo, condonó  las deudas de las empresas ecuatorianas por un monto de cuatro mil 295 millones de dólaresAdemás de ello, “el paquetazo” fue un intento de realizar un  atentado contra los trabajadores, teniendo al centro de este medidas la explotación sobre todo de los obreros. El objetivo no era sólo quitarles una parte de los salarios a los ecuatorianos, sino también asegurarse de que la plusvalía extraída de su trabajo fuera utilizada para pagar la deuda externa. Después de 12 días de protestas populares, que se vieron signadas por el autoritarismo gubernamental, Moreno se vio obligado a retirar el Decreto 833. Esto fue una victoria central para las organizaciones y movimientos sociales pero los acuerdos del FMI continúan en pie.

La destrucción de la integración regional

El actual mandatario ecuatoriano, desde su llegada a la jefatura del Estado, decidió emprender todo un proceso de destrucción de la integración regional, dentro un plan bien estructurado, calibrado y evidentemente comandado desde los intereses imperiales norteamericanos. El primer paso que decidió dar fue romper la alianza de 10 años con el Gobierno de Venezuela, un apoyo y solidaridad entre ambos países que se había manifestado en múltiples acuerdos de cooperación y solidaridad  capitaneados por los presidentes Hugo Chávez y Rafael Correa. 

Posteriormente, en 2018 procedió a la salida de Ecuador de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), un proyecto de cooperación política y económica, profundamente socialista y humanista, concebido y promovido por Fidel Castro y Hugo Chávez en 2004. Finalmente, la retirada en 2019 de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), una organización regional creada por iniciativa de Chávez, acompañado del bloque de gobiernos progresistas de la Región de ese período encabezados por los mandatarios Néstor Kirchner (Argentina), Luiz Inàcio Lula da Silva (Brasil), Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador), entre otros; cuya visión de integración y conformación de Suramérica como un bloque de poder se remontan al pensamiento integracionista del Libertador Simón Bolívar.

Pero Moreno decidió ir más allá, el punto de inflexión definitivo en el tablero geopolítico internacional se produjo en febrero de 2020, cuando, por primera vez en 17 años, un presidente ecuatoriano volvió a visitar a su par de los Estados Unidos. El encuentro, relacionado principalmente con cuestiones comerciales, puso fin definitivamente a las fricciones de la última década entre los dos países y la total genuflexión a los intereses de Washington. Desde ese momento quedó al descubierto quién verdaderamente gobierna hoy en Ecuador.

Una doble guerra contra las familias ecuatorianas

Lo que han vivido las familias ecuatorianas bajo el mandato de Lenín Moreno se puede calificar como una “doble guerra”. Por un lado, la violencia de las medidas económicas que ahogan a los ciudadanos y ciudadanas; y por otro, la violencia simbólica e institucional de la suspensión del Estado de Derecho junto con la violencia material del aparato represivo gubernamental que se traduce en la continua persecución judicial y encarcelamiento de figuras políticas importantes, líderes sociales, militantes y todo aquel que se oponga al Estado.

A ello se unen los medios de comunicación, al servicio del Gobierno y de las élites, que realizan una labor de propaganda diaria y desacreditan a quienes consideran incómodos, acusándolos de corrupción, de conspirar contra el Estado e inclusive de estar vinculados a las FARC colombianas, todo con el propósito de controlar la opinión pública. En esa espiral de descrédito y judicialización entran desde emblemáticos políticos, como el propio expresidente Rafael Correa, y un gran número de líderes sociales. Durante la campaña electoral el descrédito no ha cesado ni un minuto, al contrario, ha sido apoyado no solo por los medios de comunicación locales, sino también por las grandes cadenas internacionales. Pero, como decía el cantor venezolano Alí Primera: “El pueblo es sabio y paciente”, y el pueblo valiente de Ayacucho y Pichincha sabrá elegir sabiamente el próximo domingo 7 de febrero a quien regirá su destino por los próximos años; la pesadilla acabará y llegará “la hora mirá para ponernos contentos se fue Bolívar ayer, pero hoy viene de regreso”…

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